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Descripción
La Plaza Mayor es el corazón tradicional de la vida social y comercial de esta villa serrana. Fruto de distintas reformas, es uno de los más bellos ejemplos de plaza porticada de toda Castilla y León. Su aspecto actual responde a la gran remodelación de 1873.
La evolución de la plaza riazana se puede seguir muy bien en el libro Historia de la Villa de Riaza de J.A. Cerezo Estremera. Originalmente la plaza tuvo forma de pera, con la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Manto cerrando la parte más estrecha. El rollo jurisdiccional o picota presidía entonces el conjunto. Esta disposición se vio alterada por la construcción del edificio del Ayuntamiento, que también cumplía con la función de Cárcel Pública. Las obras se terminaron en 1728. Un año antes se había decidido, por razones estéticas, trasladar el rollo a las afueras de la Villa. Treinta años después, y por los mismos motivos, fue devuelta a su lugar original, donde permaneció hasta principios del siglo XIX.
Tras la edificación del Ayuntamiento, la plaza quedó dividida en dos ámbitos, uno más espacioso, frente al nuevo edificio consistorial, y otro más estrecho, frente a la parroquia.
Muchas de las veintiséis casas que componen el conjunto fueron también construidas en el siglo XVIII. Responden en general al esquema de la casa típica riazana, excepto por el soportal que se forma al avanzar la primera planta sobre estructura de madera que se apoya en sólidos pilares de piedra. De esta forma, se generó un espacio que, a medio camino entre lo privado y lo público, acogía a comerciantes y mercaderes, protegiendo el desarrollo de sus actividades de las inclemencias del tiempo.
En 1873 se acometió la gran obra que tenía como objeto trasformar el aspecto de la plaza frente al ayuntamiento. Para facilitar su uso como lugar de festejos taurinos, se creó un gran coso elíptico mediante una explanación. Para salvar el desnivel, en los lados sur y oeste se construyeron gradas de piedra cerradas con balaustradas. Unos agujeros distribuidos en torno al coso servían para afianzar la estructura de madera que se disponía durante la celebración de la fiestas de la Virgen del Manto en septiembre. A mediados del siglo XIX se descartó la construcción de una fuente en el centro de la plaza, donde se colocó una farola de hierro que fue trasladada hace treinta años al barrio de San Juan.