El antiguo convento de San Francisco de Ayllón

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Descripción

Está situado extramuros de la villa, a un kilómetro aproximádamente de la Plaza Mayor. Abandonado tras la desamortización de Mendizábal, en el siglo XIX, los restos más importantes que se conservan del convento son los de la iglesia.
Desde el exterior, destaca el volumen airoso de la portada barroca, rematada por una estilizada espadaña. Ya se intuye en su construcción un renovado gusto por el clasicismo. En el cuerpo inferior se abren tres puertas. Las dos laterales son de medio punto y la central de arco carpanel. Se separan con pilastras poco salientes, en cuya parte superior se disponen bajorrelieves en piedra con los cuatro evangelistas. Sobre las puertas laterales, los escudos de la Orden de los Santos. Encima de la puerta principal se abre una hornacina decorada con una venera en la que se aloja la imagen de San Francisco, sostenido por serafines y ángeles.
La iglesia fue un edificio gótico construido sobre planta de cruz latina. La capilla mayor y las capillas que ocupan los brazos de crucero se cubrían con bóvedas de crucería. En la capilla mayor estaba enterrado don Juan Pacheco de Luna, cuarto conde de San Esteban y nieto de don Álvaro de Luna. El retablo mayor se encuentra actualmente en la iglesia de Santa María la Mayor de Ayllón. El retablo de la capilla sur se conserva en Santa María de Riaza. Según el cronista Artigas, la nave se reformó en el siglo XVII y se cubrió con una bóveda de lunetos dividida en cuatro tramos. En el lado sur de la nave, junto al brazo del crucero se abre la capilla de Santa Ana, también cubierta con bóveda de crucería, a la que se entraba a través de una portada de estilo clasicista construida por don Diego Gutiérrez de Amaya y su mujer, doña Francisca Maldonado. También fueron enterrados aquí dos ilustres hermanos, hijos de la villa de Ayllón: don Fernando de Vellosillo, consejero de Felipe II y obispo de Lugo, y Lope de Vellosillo, arcediano de Docón. Al norte de la iglesia se levantaba el claustro, en torno al cual se distribuían todas las estancias del cenobio. Ilustres huéspedes del convento fueron el infante Fernando de Antequera, antes de ser rey de Aragón, y el santo valenciano Vicente Ferrer.
En 1836, la desamortización de Mendizábal terminó con más de seiscientos años de vida religiosa. Una vieja inscripción atribuía a San Francisco la fundación del lugar. La tradición se mantuvo inalterable y así, junto a la hornacina de la portada podemos leer: «Con mucha razón se llama Jerusalén de España esta santa casa pues es la más santificada que fundó en esta familia nuestro Seráfico Patriarca por lo que con obligación la debemos la más veneración». También se recoge la misma tradición en otra inscripción que fecha unas obras de reconstrucción del convento en 1733.


Localización