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Descripción
Aunque este tipo de edificio tracional está presente en toda la comarca, destacan en este pueblo por su número y la variedad de sus formas. Entre estas abundan los palomares de planta circular, cuyo origen se ha puesto en relación con la tradición árabe.
También hay alguno de planta rectangular, considerándose esta forma de origen romano. Los nidales, también llamados nichas, forcas o pateras, ocupan la cara interior del muro perimetral y se abren hacia un patio central donde se ubican los comederos y bebederos necesarios para alimentar a las palomas durante los duros meses invernales. En esos muros se abre una sencilla puerta adintelada para permitir el paso a los cuidadores. En total quedan al menos diecisiete, en diferentes estados de conservación. Los tejados son cónicos o de un sólo plano inclinado. Siempre se orientan contra los vientos dominantes para facilitar la entrada y salida de las aves. Además, en muchos casos este acceso se protege con guardavientos donde solía colocarse algún elemento ornamental. También son frecuentes los palomares que ocupan el sobrado de las casas del pueblo. En su libro Estebanvela, Ángel Santamaría recoge una docena de estos palomares urbanos y otras cuatro casas vecinales destinadas a este uso tradicional.
El lugar de su ubicación se seleccionaba cuidadosamente, y además de la orientación, debía tenerse en cuenta la proximidad de algún riachuelo en el que pudieran beber y bañarse, una actividad a la que las palomas demuestran gran afición. Tanto en Francos, como en Estebanvela y Santibáñez de Ayllón, se construyeron en las laderas de arroyos que vierten al río Aguisejo.
La cría de palomas era una actividad lucrativa, pues nada se desperdiciaba: los pichones como alimento; el plumón para los ajuares domésticos; y los excrementos, la palomina, como fertilizante de gran calidad, ya que es rica en nitrógeno y en ácido fosfórico. Aunque la cría de palomas se remonta a la época romana, las actuales construcciones se datarían en los siglos XVI y XVII.
La cría de palomas está bien documentada en esta parte de Segovia, al menos desde principios del siglo XIV. Así, en el título 49 del Fuero Extenso de Sepúlveda se establece una dura sanción económica a quien cazare palomas en el entorno de los palomares «con red, con lazo, con ballesta, o con cualquier otro artificio». En toda Castilla, y hasta bien entrado el siglo XVI, sólo podían poseer palomares la nobleza y las órdenes religiosas.